Hablemos de los efectos adversos de la contaminación sobre la salud de tus ojos.
La palabra «esmog», del inglés «smog», es un acrónimo de «smoke» (humo) y «fog» (niebla). Aunque no es probable que la niebla te moleste demasiado —aparte de que se te empañen las gafas de vez en cuando—, el humo es un enemigo acérrimo de los ojos.
Si alguna vez te ha entrado humo en los ojos, ya sabrás lo irritante que es. El humo escuece inmediatamente en los ojos y hace que se sequen: algo que definitivamente hay que evitar.
Nuestros ojos necesitan humedad para estar confortables. El parpadeo, junto con la nutrición, ayudan a que estén cómodos. Esa es la razón de que parpadeemos tan a menudo: unas 12.000 veces al día de media.
Parpadear es algo más que extender agua por los ojos. Las lágrimas están formadas en realidad por tres capas, que incluyen agua, mucina (lubricante) y lípidos (barrera protectora). Cada capa tiene su objetivo.
El agua es para la humectación, mientras que los lípidos contribuye a evitar que el agua se evapore demasiado pronto y la mucina garantiza que todo se extienda uniformemente. Sin embargo, la protección que se obtiene parpadeando es limitada.
Bañar los ojos en el inmenso mar de partículas nocivas de la contaminación no es precisamente una fórmula para aliviarlos; y mucho menos si tenemos en cuenta los estragos en el sistema respiratorio.
Nada de lo publicado en este blog constituye un consejo médico ni pretende sustituir las recomendaciones de un profesional de la visión. Para cuestiones específicas, consulta a tu profesional de la visión.